"No podemos tener al señor Estado a la par de una familia que está borracha", disparó la senadora Beatriz Rojkés de Alperovich, hace poco más de un año, en una de sus ya célebres intervenciones sociológicas. La esposa del gobernador justificaba de este modo la muerte de Mercedes de los Ángeles Figueroa, una niña de seis años asesinada el 1 de mayo de 2012, en avenida Francisco de Aguirre y Viamonte.
Dicen, aunque nunca pudo confirmarse, que el 13 de abril de 1655, un joven de 16 años proclamaba ante el parlamento francés "L'État, c'est moi" ("El Estado soy yo"). Ese joven era Luis XIV, rey de Francia, fundador de un régimen tan absolutista y centralizado, que su reinado es considerado por los historiadores como el paradigma de la monarquía absoluta.
Aunque quisiera, José Jorge Alperovich nunca podría ser Luis XIV y tampoco podría reinar 64 años como hizo el monarca galo. Cuando su gestión finalice habrán pasado casi 16 años conduciendo el destino de los tucumanos, primero como ministro de Economía de Julio Miranda y luego tres veces como gobernador. "El señor Estado", José Jorge XVI, pudo anular durante una década, a fuerza de "billeterazos", a los poderes Legislativo y Judicial, a 19 intendencias y a 90 comunas rurales. Ninguna causa en su contra o de sus esbirros consiguió prosperar. Jueces y fiscales se arrojan las denuncias unos a otros al grito de "pasale al otro, si no sos potro".
La tristísima declaración que formuló la senadora el año pasado fue un bumerán que arrojó contra una humilde familia que perdió a una hija, víctima de las políticas del "señor Estado". Gente que se ha caído del sistema porque el "señor Estado" le ha soltado la mano. Marginalidad extrema que se ahoga en un vaso de vino. Ese bumerán que arrojó la senadora, con la insensibilidad y la torpeza de quien no tiene la preparación técnica que exige la función pública, se volvió en su contra y le impactó donde más duele: en su propia hija. Hace una semana, Sara Alperovich, flamante coordinadora del "Ateneo de la Militancia", agrupación que preside su madre, tropezó con un control de alcoholemia. La hija del gobernador conducía un auto con más del triple de alcohol en sangre de lo que permite la ley, poniendo en riesgo su vida y la de terceros inocentes. En rigor, los controles de alcoholemia funcionan porque interviene mucha gente: profesionales de la salud, técnicos, funcionarios y policías. Una vez que se detiene a un conductor, no puede haber excepciones, porque rápidamente toman estado público. Por eso pudimos saber que a "Sarita" le secuestraron el vehículo por conducir alcoholizada.
Horas más tarde, el "señor Estado" ajustó las clavijas y las cosas volvieron a funcionar normalmente, es decir, al servicio de la monarquía. LA GACETA intentó hablar con el titular del IPLA, Daniel Sosa Piñero: celular apagado. Luego con el director de Transporte, Roberto Viaña, quien primero atendió y pidió ser llamado en una hora, pero nunca más contestó. Después se habló al subdirector de la Policía Vial, Héctor Chehín, quien por lo menos tuvo la gentileza, o la valentía, de ser honesto y admitir que no tenía autorización para hablar.
El "señor Estado" permite que estemos meses respirando humo, que los cañeros incendien casas y cables del tendido eléctrico, que miles de familias pasen de vivir sin agua a inundarse, que las mafias controlen el transporte, el juego, la droga y la prostitución, que florezcan el contrabando, el comercio ilegal y el empleo en negro, o que nos maten en la calle por un celular o un par de zapatillas. Ahora bien, "no podemos tener al señor Estado a la par de una familia que está borracha".